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COLEGIO DE ARQUITECTOS

COLEGIO DE ARQUITECTOS

Leopoldo Uría: «El arquitecto es un equilibrista que debe resolver los condicionantes y explorar la libertad»

  • El arquitecto y exdirector de la ETSAVa Leopoldo Uría impartirá el próximo 9 de noviembre la tercera ponencia organizada por el Día de la Arquitectura

La firma del catedrático y doctor arquitecto Leopoldo Uría aparece en algunas de las obras recogidas por el Registro DOCOMOMO Ibérico en Valladolid, entre ellas, las viviendas y oficinas de Caja España que fueron nominadas a recibir la placa Docomomo por el Día de la Arquitectura 2023.

Profesor de la Escuela de Arquitectura de Valladolid, de la que fue director, Uría se ha especializado en el Área de Expresión Gráfica, donde siempre ha buscado el equilibrio entre la instrumentalidad y la ideología del lenguaje gráfico en la representación de la arquitectura. El próximo 9 de noviembre a las 20 horas, Uría ofrecerá la charla ‘De la nada a la hiperarquitectura. Imágenes que no vemos nunca’ en el museo Patio Herreriano como parte de los actos organizados por el COAVA en el marco del Día de la Arquitectura.

–El tema de la exposición del COAVA es la mirada de los arquitectos a la arquitectura del movimiento moderno. ¿Cómo puede la fotografía mostrar la esencia de este tipo de edificios?

Este aspecto es una manifestación de la capacidad de la fotografía para representar, analizar y condensar la realidad; me permitiría denominar los dos últimos conceptos como ‘ultra representación’. Es relevante la analogía entre la fotoarquitectura y el dibujo arquitectónico, que también desborda la simple representación gráfica, mediante el análisis y la condensación. Un ejemplo son las fotografías icónicas de la modernidad, que recogen a la vez valores formales y ambientales. Las imágenes de la mítica Casa de la Cascada del mítico Wright se pueden considerar fotos orgánicas, que valoran tanto el lenguaje arquitectónico como la fuerza del mítico Manantial. Una lectura fotográfica añadida condensa el aislamiento en el entorno natural mediante vistas lejanas, paralelamente a la diferenciación geométrica de la arquitectura; esto último da lugar a una representación temporal y estacional, a través de la fotogenia con el sol y la noche o la nieve y el otoño.

Debo añadir cómo una foto es el encuentro entre un tema y un fotógrafo; los maestros sabían elegir grandes arquifotógrafos, como Wright a Ezra Stoller, para quien fotografiar un edificio era como interpretar una partitura. De hecho se acuñó el término ‘stollerizar’ como modelo de fotointepretación arquitectónica.

–Usted posee varias obras en el registro DOCOMOMO Ibérico. ¿Qué valores patrimoniales poseen este tipo de edificios?

Los edificios seleccionados recogen esencialmente un entendimiento de la arquitectura como disciplina –semidisciplina– y como profesión –proceso colectivo–. Quedan al margen los planteamientos extraprofesionales, que consideran el proyecto como un proceso autónomo e individual; al contrario, se desarrolla un profesionalismo peligroso –ultraprofesional–, que supone un pragmatismo excesivo. Entiendo arquitectura como un equilibrio complejo y variable entre las condiciones –condicionantes– y la libertad –semilibertad–. El arquitecto es un equilibrista que debe resolver los primeros y explorar la segunda, procurando no perder el equilibrio (aunque a veces el equilibrio es difícil y es más fácil perderlo). La arquitectura es así como la libertad condicional; no pueden tomarse libertades que invaden los condicionantes ni aceptar que éstos limiten la libertad.

A este planteamiento básico hay que añadir aspectos sólidos, líquidos y gaseosos. Los primeros pueden entenderse como de obligado cumplimiento -formales, funcionales o tecnológicos puros-; los segundos son de cumplimiento abierto –códigos convencionales y semifuncionales o semitecnológicos– y los últimos responden a un ámbito variable e inestable. Debo reconocer que estos límites no siempre están claros. Los aspectos libres o semilibres –en grado líquido o gaseoso– han supuesto una actualización continua para evitar una rutina profesional –a veces muy fácil– que no se pueden permitir un cirujano ni un piloto, evitando el peligro de una fascinación ante el amplísimo “menú arquitectónico”. Ya Coderch alertó sobre el peligro de las revistas.

Por último, señalaría una moderada diversidad de planteamientos y soluciones como adaptación a la pluralidad de los casos y las demandas –programas, entornos y clientes–. Esta actitud oscila entre una excesiva rigidez profesional y la versatilidad extrema, propia de algunos maestros de la modernidad y aceptable para ellos.

–La ponencia que ofrecerá en el Museo Patio Herreriano se titula ‘De la nada a la hiperarquitectura. Imágenes que no vemos nunca’. ¿Qué podrán escuchar los asistentes a la charla?

La exposición pretende un desarrollo del acelerado proceso de adaptación humana del medio físico/natural, desde un planteamiento básicamente visual. Se establece el concepto de hiperarquitectura como un grado extremo manifestado, en otras líneas de desarrollo mediante prefijos superlativos: arquitectura ultramoderna o megaurbes. La amplitud y complejidad de los apartados obligan a una síntesis extrema, como apuntes indicativos imposibles de desarrollar. Para definir un relato claro paralelo a las imágenes considero la analogía con el montaje cinematográfico, tan importante como el argumento.

–¿Qué consejo daría a los jóvenes arquitectos que comienzan actualmente su carrera profesional?

Resulta arriesgado dar consejos a jóvenes que trabajarán en un mundo diferente y desconocido. Prefiero desearles el mejor futuro y contar los autoconsejos de mi actividad profesional, unido a algunas reflexiones. Alejandro de la Sota dijo que arquitectura es arte o es negocio. También se dice que el arquitecto es técnico entre los artistas y artista entre los técnicos. Pero hay que precisar y moderar estas consideraciones, pensando que somos ‘subartistas’ y ‘subtécnicos’, -a excepción de los genios, pero Coderch escribió que no son genios lo que necesitamos-.

La arquitectura puede ser de alta tensión, media y baja. Tensión no es sinónimo de calidad, sino de excepcionalidad, exigencia o dificultad: cada tensión puede ser a su vez de alta calidad, media o baja. No olvidemos la calidad negativa. Los coches oscilan entre la alta gama, los familiares y los utilitarios; el Bugatti es la excelencia de la alta tensión/gama y a su vez el Ford T o el ‘Escarabajo’ de Wolkswagen suponen la máxima calidad de la baja tensión. La iglesia de los dominicos de Fisac es de alta tensión/alta calidad y el Instituto Núñez de Arce es alta calidad en la tensión media.

Hay que buscar la mayor calidad para cada tensión y no equivocar ésta, huyendo a la vez de la escasez y del exceso; una vivienda no es una iglesia y una fábrica no es un monumento. Si la tensión es insuficiente no hay corriente y si es excesiva se produce un cortocircuito arquitectónico. Al mismo tiempo, interviene la tensión propia del arquitecto: Gaudí sólo proyectaba ‘en alta’, trasformando una vivienda-en-chaflán en La Pedrera; en sentido contrario, pero al margen de estos casos límite, es deseable la excelencia media –la mediocridad es otra cosa–. El arquitecto se mueve, y se moverá, sobre todo en ese terreno.

Como última aportación, recuerdo que el maestro Wright indicó que el médico puede ocultar –o enterrar– sus errores, pero el arquitecto sólo puede plantar enredaderas.